3- 14 julio 2021

EXPOSICIÓN

Riaza, Segovia

Lugar: Ayuntamiento, Plaza Mayor

El calendario de la vida por Alejandro Sanz Peinado

«… mostrarnos el calendario de la vida en Riaza, los días menguados y las tardes claras, la nieve con su tarjeta de visita escoltada de preguntas y soledades, ese abril femenino y alegre que huele a futuro, el estío exigente que se bebe el paisaje a sorbos o el sol que se acurruca al llegar el otoño entre el silencio de los campos y las cumbres herida…»

Contacta si te interesa alguna obra: hola@antonioescobar.net

TABLOTINES RIAZA

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"Riaza y sus tesoros", Antonio Escobar

A 1200m de altitud, entre tierras rojas, blancas y pizarras negras: Riaza.

Rodeada de robles, arces, jaras, hayas, pinos, brezos, fresnos, álamos y enebros: Riaza.

Entre sabinas, majuelos, sauces, alisos, cantueso, espinos piornales y tomillo: siempre Riaza.

Y en lo alto, el oro de las gencianas que corona el inmenso azul de la Sierra de Ayllón en un abrazo, imposible de describir con palabras…

El tablotín es un aprendiz de cuadro, un boceto. Una mancha de color donde los trazos sostienen el dibujo en un pequeño espacio (y a veces con mucha prisa).

Los hay que aspiran a cuadro grande y los hay que, por el contrario, no necesitan crecer más.

Encerrados en sus 16 x 22 cm son para el pintor un campo de «operaciones», ocasión para rendir homenaje a los maestros, ¡qué son tantos!  y recordatorio de lo visto y aprendido.

¡Todo eso es un tablotín!

ANTONIO ESCOBAR

OTROS

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El calendario de la vida

La dificultad de la pintura en estos imperiales tiempos del arte, es que cualquier aproximación humilde, o simplemente callada y circunspecta, a esta presuntuosa y petulante región del “arte” es tenida por ramplona e insignificante y directamente enviada al cuarto de las cosas viejas y amortizadas. Porque el “mundo del arte” es un mundo de altos vuelos, de nobles matronas y emperatrices, o de eruditos profetas de mucho renombre y postín, pero no hay acomodo en él, ni arrendamiento tampoco, al que honradamente se acerca a esos pagos con su solo amor a las cosas creadas y su deseo de capturarlas en un pobre lienzo o en una lámina.

Por eso la pretensión de Antonio Escobar de mostrarnos en sus humildes tablillas el calendario de la vida en Riaza, los días menguados y las tardes claras, la nieve con su tarjeta de visita escoltada de preguntas y soledades, ese abril femenino y alegre que huele a futuro, el estío exigente que se bebe el paisaje a sorbos o el sol que se acurruca al llegar el otoño entre el silencio de los campos y las cumbres heridas, es, verdaderamente, una pretensión insólita y desacostumbrada, como si Prometeo, de nuevo, se empeñase en hurtar el fuego a los dioses del Olimpo del Arte, que bien celosos y altivos que son.

Pero el “arte” sólo puede ser portador de vida cuando carga sobre sí con un horizonte de sentido y de hermosura. Y cuando se tiene bien aprendido que el mandamiento artístico verdadero no procede de leyes humanas sino de un amor, de un amor por lo vivo y real que intenta devolver a la realidad la altura en la que lo real y lo vivo es siempre y en todo caso verdadero.

La pura experiencia estética se torna inverosímil cuando la acompañamos de innumerables mediaciones, cuando la hermosura es sustraída de los sentidos y depuesta, convirtiéndola en un asunto técnico o, peor aún, tecnológico, sobre el que se posa la mirada intelectual y abstracta de una élite entrenada. Cuando eso ocurre, y a menudo ocurre, la obra de arte enmudece irremediablemente, se desactiva, se resiste –desconcertada- a entregarnos su significado fontanal y su polisémica belleza.

Por eso estas tablillas riazanas que Antonio Escobar nos presenta son un desafío a este extraviado mundo del arte que, tan a menudo, no sabe adónde va. Nos ponen delante, las tablillas, la hermosura de las cosas creadas a través de un alfabeto distinto, muy viejo quizá, que nos sitúa ante un campo de emociones y percepciones elementales, al abrigo de las malditas ideologías y de todo ese tinglado artístico que sólo trae consigo la roturación de lo humano.

Véanlas y admírense en su pequeñez de tanta belleza. Pues sepan que el asombro o admiración –el thaumazein de los griegos- es la puerta de salida de este endemoniado laberinto al que llamamos “arte”.

Alejandro Sanz Peinado